WATSU Y JAHARA
TERAPIAS ACUÁTICAS

por Valerie Gaillard



Harold Dull, poeta Californiano de la generación hippie, tuvo en los años setenta la oportunidad de viajar a Japón donde estudió con el maestro de shiatsu más importante del siglo XX, Shizuto Masunaga.

De regreso en California Harold aplicó sus conocimientos de shiatsu en un lugar de aguas termales, y de a poco fue surgiendo la necesidad de tocar a la gente directamente en el agua. Trasladando al agua los estiramientos y las manipulaciones tan eficientes en tierra, Dull creó progresivamente algo completamente nuevo, y lo llamó WATSU, de WATER y SHIATSU.

Lo que empezó como un juego, una exploración, se ha ido expandiendo, y se conoce y practica hoy en muchos países y contextos distintos. Otro maestro de shiatsu, de origen brasileño, Mario Jahara, viajó a California, estudió con Dull y a través de sus investigaciones fue creando su propia versión de la terapia acuática.

La técnica lleva el nombre de su abuela, sanadora en una aldea de Brasil, JAHARA. Mientras el WATSU está basado en las polaridades de movimiento y quietud, idas y vueltas, dando la sensación de olas, el JAHARA explora el espacio del fluir continuo, la velocidad constante, haciéndonos sentir en un rio de aguas tranquilas. "

En el WATSU me he sentido un pájaro jugando entre las nubes, picando repentinamente hacia la tierra y volviendo a elevarme, en el JAHARA sentí que era la nube misma, empujada por una brisa apenas perceptible, deslizándome en un cielo sin límites".

En ambas modalidades se trabaja en agua a temperatura corporal. El nivel del agua alcanza el pecho del terapeuta que trabaja de pie. Sosteniendo siempre la cabeza del receptor el terapeuta utiliza una serie de maniobras que van movilizando su cuerpo, estirándolo suavemente en todas las direcciones posible.

El contacto entre el cuerpo del terapeuta y del receptor es por momentos muy estrecho, mientras que en otros momentos sólo se sostiene la cabeza, dejando que el cuerpo flote, con la ayuda de flotadores para sostener las piernas, que en la mayoría de las personas tienden a hundirse.

Mientras que en la tierra el terapeuta utiliza el peso de su cuerpo para aplicar la presión sobre el cuerpo del receptor, en el agua, los roles se modifican completamente: el agua hace el masaje, y el terapeuta sólo da el impulso. El agua sostiene, el terapeuta sólo brinda la seguridad. El contacto que se establece entre las dos personas pasa por el compartir el elemento líquido, convivir en el espacio acuático. Desde que comencé a sumergirme en estas terapias, experimenté cambios profundos. Veo en mis colegas una evolución paralela y nos mueve la pasión y el entusiasmo de compartir lo que sentimos como una apertura hacia una dimensión aún poco explorada del trabajo corporal y terapéutico.

Estar en el agua significa volver al útero, liberarse del peso, experimentar una nueva dimensión que al dejarnos sin nuestros recursos de defensa habituales, llega hasta el alma. Ser sostenido por otro promueve la confianza más básica, y la experiencia siempre es transformadora, reveladora. Elemento emocional, simbolizando el inconsciente, manifestando la fluidez, el agua nos conecta con nuestra naturaleza íntima, como lo ilustra la composición del cuerpo formado por 80% de agua.

Ya sea para zambullirnos en un universo interior profundo y misterioso, recobrar o reafirmar nuestra confianza en la vida, rehabilitar o simplemente relajar nuestro cuerpo, el WATSU y el JAHARA se presentan como alfombras voladoras que nos llevan de viaje para traernos de vuelta a la unión con el cosmos, y la alegría de estar vivos.