Tres Hermanas
por Mariano Casas Di Nardo
La escritura de Anton Chejov tiene como maravillosa característica, narrar las historias más conflictivas y degradantes como si nada estuviese pasando.
La trama puede resultar lineal y monótona, pero a medida que progresa, las perversiones, deseos y alegrías más significantes se van tejiendo por debajo de cordiales y austeros diálogos.
Y Tres hermanas no hace a la excepción. Lo curioso resulta ser lo flexible de su concepción, ya que pasados más de cien años de su creación, se amolda por completo a nuestra realidad. En esta coyuntura, Moscú podría ser algún país de Europa y la familia Prozorov, cualquiera de las nuestras.
Muchos son los logros de su director Luciano Suardi en la presente obra, aunque el más destacado sea la elección y el reparto de los protagónicos. Malena Solda, Stella Galazzi y Carolina Fal interpretan respectivamente, a la iluminada y angelical Irina, a la contemplativa y reflexiva Olga y a la hosca y esquiva Masha. Las tres le dan los diferentes matices para pasar de la quimera al apocalipsis en cuestión de segundos. El cuarto y decisivo pilar es Andrei, el hermano de esta familia rusa que si bien no ostenta, vive en un amplio y confortable hogar, con personal de servicio y demás lujos. A simple vista, la calma y los encuentros sociables se apoderan de la escena, pero un solo objetivo revuela sobre ellos, mudarse a Moscú, en busca de un destino más próspero.
Para algunos puede resultar compleja, para otros sencilla, todo depende del cristal desde donde se la disfruta; y aunque para ambos bandos las dos horas diez minutos de duración se hacen notar, otro punto para resaltar es el peso que le otorga el director a los papeles secundarios. Sus incursiones brillan tan o más que las de las tres hermanas Prozorov. Fundamental participación de Daniel Fanego como el teniente Vershinin y de Alberto Segado como Chebutikin, un médico militar que hace las veces de padre de todos. Sin embargo, son las esporádicas y recurrentes apariciones de Iván Moschner –el marido de Masha– que ecualiza con destellos de humor, tanta pasividad. Por su parte, Muriel Santa Ana, primero como novia y después como esposa de Andrei, completa este cuadro de actores que refuerzan y redoblan a las caras más visibles.
Con el correr de las situaciones, la consumación de infidelidades y la pérdida de la ilusión, la historia parece entrar en una meseta donde la salida a simple vista parece difícil de alcanzar. Podría resultar el final del periplo o una consecuencia de apresuradas decisiones. Uno puede preguntarse dónde quedó el brillo de Irina, dónde la paciencia de Olga y quién cinceló la amargura en el rostro de Masha y encontrar la respuesta en las últimas imágenes. Giros de un destino difícil que se dice...
Tres HermanasAutor: Anton Chejov |