Comida para el Equilibrio Emocional
por Liliana Racauchi - José Bidart
Si bien la posibilidad de lograr un equilibrio emocional depende de varios aspectos, el tipo de alimentación, en sí es un factor fundamental.
Es notable ver la relación entre la forma de ser de distintos pueblos y el alimento que ingieren. Los japoneses antes de occidentalizarse eran un pueblo con una personalidad rígida, fuerte, implacable. Su alimentación estaba basada en alimentos contractivos, cocidos y salados. Básicamente ingerían arroz, algunos vegetales fundamentalmente en forma de raíces, pescado, algas y casi ninguna fruta.
Los pueblos del trópico, con una personalidad expansiva, relajada y más pasivos, basan su alimentación esencialmente en frutas, preparaciones hechas con azúcar, verduras crudas, legumbres y carnes. Los pueblos nórdicos con su temperamento austero, de pocas palabras, poco expresivos y con mucha capacidad de acción y trabajo, basan su alimentación en carnes, pescados, leche, quesos, es decir exceso de grasas saturadas.
La fuerza de contracción (tensión) y expansión (relajación) es propia del universo y actúan permanentemente para generar el equilibrio y la armonía. Hay momentos en que necesitamos de una y momentos en que necesitamos de la otra. Nada es absolutamente estático, pero lo que si es real es que el alimento que se ingiere cotidianamente hace a nuestra forma de ser y actuar en la vida.
¿Por qué no a las dietas?
La palabra dieta en su origen significa, “modo de vida”, pero generalmente la relacionamos con algo restrictivo e impuesto, por eso cuando se trata de nutrición, es mejor hablar en otros términos para evitar condicionarnos por las palabras.
Si consideramos que toda persona necesita una forma de alimentación adecuada a su personalidad y problemática particular, podríamos entonces cambiar la palabra dieta por la de “una alimentación responsable”.
La energía y los alimentos
En función de cómo estamos energéticamente consumimos ciertos alimentos. Cuando nos falta energía, buscamos alimentos o bebidas que nos la den. El consumo de carne, café, te negro o mate se relaciona con la necesidad de compensar la falta de energía. El consumo de azúcar o alcohol, está vinculado con la necesidad de calmar la ansiedad, de relajar, de moderar el exceso de adrenalina.
Por eso es importante, comprender porqué uno busca ciertos alimentos, cuál es la sensación interna que invita a consumirlos y tratar entonces de restablecer de otra forma la falta o el exceso de energía.
Si una persona está atravesando un momento de cansancio o está convaleciente tendría que prescindir de tomar café, mate, azúcares, frutas azucaradas, carnes, harinas o alimentos dulces. Todos estos alimentos generan trabajo y gasto de energía excesivo para poder digerirlos. En estos momentos es importante consumir alimentos cocidos para poder digerirlos fácilmente tales como cereales, verduras, frutas, que no contengan mucho azúcar, ni tanto tenor graso.
Relación entre la química de la sangre y las emociones
La sangre de un ser humano para que sea de buena calidad tiene que ser alcalina, es decir tener un PH entre 6,9 y 7,2. Pero generalmente la sangre se acidifica. Cuando la sangre se acidifica aparecen diferentes síntomas. En lo físico, pueden aparecer dispepsias, hinchazones, problemas intestinales, infecciones, etc. En el plano emocional, ansiedad, nerviosismo, depresión, irritabilidad, miedos.
La sangre se acidifica por el estrés, por el exceso de contaminantes ambientales, por el consumo de café, mate, exceso de carnes, harinas, azúcares, químicos en general y grasas saturadas. Para que la química del organismo en general y de la sangre en particular esté equilibrado, la persona tiene que desarrollar una actividad física cotidiana e ingerir alimentos que no le quiten nutrientes. El ser humano para estar químicamente estable y que sus órganos y funciones corporales trabajen adecuadamente, necesita: carbohidratos, azúcares, vitaminas, minerales, grasas y agua. Estos elementos son los que forman parte de la leche materna y a lo largo de la vida, son los que necesitamos ingerir para funcionar equilibradamente, cambiando la proporción de los mismos de acuerdo a la etapa evolutiva que se va atravesando.
La madurez o inmadurez emocional en relación a la elección del alimento
La respiración es el primer vínculo que tenemos con la vida, el alimento el segundo.
Si no respiramos no vivimos, si no comemos tampoco. El primer sabor al que nos acercamos es el dulce, ese es el sabor de la leche materna. De pequeños frente al enojo, la tristeza o el llanto, aparece el pecho de la madre, el biberón, la galletita dulce, la golosina o el pedacito de pan. Ya desde temprana edad canalizamos la angustia por medio de la comida y desarrollamos el sentido del gusto. Distinguimos diferentes sabores y en general para el niño el dulce es el sabor preferido. No es extraño, entonces que de adultos busquemos la comida como forma de llenar un vacío, de buscar afecto, contención, que busquemos el sabor dulce o las harinas para llenar nuestro vacío existencial.
Comer de acuerdo a la personalidad
En general se come sin pensar. No hay razonamiento acerca de qué es lo que conviene o no en función de la manera de ser y actuar. Si una persona es extrovertida, dinámica, activa, su comida tendrá que contemplar esas características, para ayudarla a equilibrarse. Tendrían que consumir poca cantidad de aceites y grasas animales y llevar adelante una alimentación más vegetariana.
La persona introvertida, tímida, pasiva no admite en su alimentación exceso de dulces, frutas o verduras crudas, porque éstas le quitan energía; necesitan alimentos potentes, cereales con mayor contenido en grasas como avena y maíz.
¿Cómo como lo que como?
¿Cuándo como, estoy atento a lo que estoy comiendo?, ¿Sé cuáles son los ingredientes de cada comida y cómo estuvo hecha?, ¿Como pensando en lo que tengo que hacer después o en lo que hice antes? ¿Como conversando todo el tiempo con los otros comensales? ¿Como apreciando cada bocado o como ansioso? Estas son preguntas que uno debería hacerse en el momento de comer.
Comer debería ser un acto de meditación. Cuando se medita se está atento a cada pensamiento, a todo lo que ocurre externa e internamente. Estar atento a cada bocado, masticar hasta dejar líquidos los sólidos y ahí recién tragarlos.
Al comer masticando, la química del cuerpo cambia, la sangre adquiere una buena calidad, porque al masticar la saliva segrega una enzima llamada ptialina, que al mezclarse con el alimento alcaliniza la sangre.
¿Comemos sólo por hambre?
Muchas veces buscamos el alimento no porque tenemos hambre sino porque nos sentimos sin fuerzas. Se suele confundir el tener hambre, con el sentirse sin energía. El azúcar de la sangre (glucosa) tiene momentos en que está alta o baja en el organismo en función de que exista una combustión rápida o lenta de la misma.
Si la combustión es lenta tenemos una energía perdurable, si la combustión es rápida ocurre como con las llamas de un pajar, se enciende rápidamente, pero también rápidamente se apaga.
Hay ciertos alimentos que generan una sensación de hipoglucemia, debido a que la glucosa o azúcar de la sangre, ha tenido una combustión rápida. Las harinas blancas, los azúcares en general, especialmente el azúcar blanca, el arroz blanco, es decir todo producto refinado, generan una combustión rápida de azúcar. Muchos de estos alimentos actúan como latigazos, en el momento dan mayor energía, pero luego, viene la sensación nuevamente de cansancio. En cambio los cereales integrales son azúcares complejos que generan una combustión lenta de azúcar en la sangre. Lo mismo ocurre con las verduras dulces como zanahoria, cebolla, zapallo y también algunas legumbres.
El uso de cereales integrales para el equilibrio emocional
Los cereales integrales son los alimentos que más proveen Vitamina B, esta vitamina regula el funcionamiento del sistema nervioso, de manera que el consumo de éstos es fundamental para el equilibrio emocional. Los cereales integrales tienen además muchos otros nutrientes, contienen sílice, que por un proceso de transmutación biológica se transforma en calcio en el organismo.
Cuando una persona comienza a ingerir cereales integrales sus decibeles bajan, su nivel de ansiedad disminuye, su estado de ánimo cambia. Comienza a haber mayor energía y predisposición frente a la vida.
En algunos países tales como en Inglaterra, se ha desterrado el tipo de comida rápida de las escuelas y se sustituyó por un menú basado en cereales, legumbres, verduras y frutas. Se ha observado que ha bajado el nivel de violencia en niños y jóvenes. En una cárcel en Lisboa se hizo la experiencia de darles este tipo de alimentación a los presos y sus comportamientos se han modificado, disminuyéndose el tiempo de prisión.
El condicionamiento familiar
Cada familia tiene su forma particular de comer. A lo largo de nuestra vida comemos en función a como fuimos acostumbrados, al tipo de comida que se nos dio de pequeños. Nos cuesta cortar con las costumbres que adquirimos desde niños, nos cuesta abrirnos a lo nuevo, a diferentes sabores a lo que puede ser beneficioso para uno. Cuando la alimentación de una persona es variada e incluye varios tipos de alimentos, su mente se abre, acepta la vida y sus diferentes circunstancias, a los otros, a sí misma.
El vínculo con la madre
La madre es la proveedora del alimento en los primeros años de vida. Sabemos también, que lo que ocurre en los primeros años queda grabado corporal y psíquicamente. Nuestra forma de comer esta relacionada con este vínculo. De cómo ha sido esa relación depende cómo vamos a alimentarnos el resto de nuestra vida.
Solo cuando comenzamos a madurar podemos cortar esa dependencia afectiva, vincular y funcionar entonces desde uno mismo. La voracidad frente a la comida se relaciona con una gran necesidad de afecto y de llenar el vacío interno. Es importante revisar el vínculo materno, porque la satisfacción o insatisfacción respecto de él, tendrá que ver con la actitud de la persona frente a la comida. El alimento se relaciona con el afecto, con el amor, tanto cuando no hay interés por la comida o si hay obsesión por la misma.
Para poder sanar y curar nuestra relación con la comida necesitamos conectarnos con el dolor primario. Cuando se han vivido situaciones dolorosas, que todos mas o menos hemos tenido, repercuten a lo largo de nuestra vida; si no nos adentramos en ellas y las expresamos no podremos trascender el dolor. Cuando ese dolor se vivencia nuevamente y se comprende, la vida cambia y el vínculo con la comida se equilibra.