Yo... padezco Estrés?

por Trama - Red Psicoanalítica

 

 

 

estresSabemos por lo que se dice, por lo que se lee, por lo que padecemos cotidianamente, que el estrés nos toca a casi todos; decimos nos toca porque siempre es el cuerpo el que queda comprometido en él.

Desde lo más general y descriptivo de los síntomas corporales como el cansancio, el agotamiento, el desgano, el insomnio, las tensiones, hasta aquellos síntomas anímicos que van desde las preocupaciones cotidianas e insistentes hasta la angustia, resulta difícil pensar que en alguno de ellos no nos sintamos reflejados y conducidos a la pregunta primera: yo, ¿padezco estrés?

En caso que respondamos afirmativamente, se sucederán una serie de otras preguntas: ¿qué hago con esto?, ¿lo tolero mientras pueda?, ¿debo tratarlo?, ¿de qué manera?, ¿desde qué abordaje?

Pero ... ¡dejemos todo esto aquí!..., salgo a caminar por una plaza, o voy al gimnasio o veo una buena película, me sumerjo en ese libro que tengo pendiente hace rato y... ya está: no compliquemos tanto las cosas...

Parece un razonamiento adecuado, no se trata por cierto de complejizar lo que puede ser resuelto de manera simple. La vida misma es compleja ... ¡Relájate y goza! Si eso puedes, despreocúpate del estrés.
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No es lo que abunda, sino más bien todo lo contrario: el relájate y goza le parece a muchos una meta inalcanzable. Son las exigencias cotidianas, los problemas laborales, de pareja, familiares, sociales, económicos, los que tiñen la mayor parte de nuestro día y nos imponen sus exigencias. Más aún, en este mundo en que nos toca vivir, el de la globalización, pareciera que la única regla válida fuera la del mercado, que indica lo que hay que consumir para ser feliz, instaurando un círculo vicioso que sólo produce más estrés.

Cuando estos avatares de la existencia recaen en nuestro cuerpo y nuestra vida anímica, de manera reiterada, persistente, o creciente, es pertinente y aconsejable "parar" y preguntarnos sobre nuestra relación con esto; tarea nada fácil, ya que está obstaculizada por la imperiosa "fuerza de la costumbre", que nos dificulta poder tomar conciencia, paso primero como para poder intentar hacer algo con esa inercia que se va enquistando en nuestra vida, bajo la compleja forma del estrés.

Ubicábamos al cuerpo como lugar característico donde muchas veces nos percatamos de lo que no anda, casi como lugar privilegiado donde las razones del cuerpo hablan, a través de los síntomas que lo hacen crujir, quejarse. Queja que nos obliga a prestarle oídos para poder deshilvanar, a través de la palabras, la trama simbólica allí anudada, que ha pasado de la simple tensión acumulada, al estrés patológico que compromete nuestra salud física y psíquica y por ende nuestra relación con el mundo y con los otros.

Podemos pensar al estrés como una cuerda de violín: floja no suena, tensa se rompe... Buscar la regulación de cada uno, es nuestro desafío.


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