UN LEVE DOLOR

por Sonia Gonorazky



un leve dolorPuede decirse que la ambientación de " Un Leve Dolor " es minimalista (unos pocos elementos refieren a una totalidad más rica y compleja que la que se muestra a los sentidos) ya que se construye una vivienda de un matrimonio acomodado recurriendo únicamente a los muebles. Análogamente, las paredes "internas" se sugieren utilizando una suerte de zócalos bajos. En cambio, el sendero de acceso está claramente marcado. Estos detalles aportan información clara sobre los elementos de la puesta que el Director prefirió acentuar y sirven como claves interpretativas que el espectador puede aprovechar.

El escenógrafo logra de este modo una recreación verosímil del espacio físico. No obstante, desde la primer escena se percibe la artificialidad del hecho teatral. Las actuaciones son exageradas tanto en la gestualidad como en la declamación que rompen la credibilidad sugerida tanto por la escenografía como por el vestuario de estos actores. Cabe aclarar que en el lenguaje teatral, se suele llamar "gesto" a la expresión corporal en general, y "mímica" a la del rostro. Un cambio de perspectiva análogo ocurre cuando el matrimonio comienza a dialogar y rompen la impresión de equilibrio y armonía que parecían compartir.

El conflicto dramático comienza a desarrollarse a partir de un obstáculo casi trivial (la aparición de una avispa cerca de la mermelada) y aglutina una sumatoria de elementos relacionados tanto a las rivalidades entre estos dos primeros personajes como a la manera en que cada uno de ellos pretenderá relacionarse y dominar al tercer personaje, que aparece bastante más tarde, primero como una presencia invisible al público. Aunque no lo considero como un "protagonista", este último personaje resultó para mí el más relevante: mudo en una obra de teatro (o en esta puesta en escena) en la que lo central de la dramaturgia no radica en lo dicho sino en una multiplicidad de signos visuales. Es significativo que, en un radiante día de verano, se presente completamente cubierto por abrigos andrajosos, el rostro enmascarado por un pasamontañas. El actor, que sólo cuenta con la expresividad de sus ojos y con su cuerpo casi amortajado en esas ropas oscuras para construir su personaje, logra un resultado sorprendente. Me parece crucial prestar atención a las oposiciones que se van planteando. A modo de ejemplo, y a contrapelo de la oscuridad del tercer personaje, los reiterados comentarios sobre las condiciones climáticas marcan cierta obsesión en los personajes al mismo tiempo que indican al público una luminosidad que -como un acierto del iluminador- no llega a manifestarse plenamente en la escena, pero está muy presente en la postal/programa que se recibe al entrar a la sala.

El ritmo temporal no es uniforme; "Un leve dolor" comienza temprano, en una mañana que se dilata morosamente y salta casi sin preámbulos al atardecer. Un exceso de imaginación me lleva a asociar esta duración a la de la tragedia clásica griega, cuya acción debía transcurrir a lo largo de una única jornada. Siguiendo en esta línea de pensamiento, la puesta de esta obra de Harold Pinter me invita a preguntarme si hay "tragedia" en estos personajes. Creo que sí, pero que se trata de una especie bastante alejada de la tipificación escolar en tragedia griega o isabelina, Su temática es al mismo tiempo universal y moderna: La del temor y la seducción que se siente por lo que permanece oculto a nuestra comprensión o a nuestros sentidos. La resolución del conflicto revela tal vez la inmanencia de los afectos o, llevándolo a un extremo, la de la propia vida. Se trata de una puesta muy interesante de un texto de un autor que es imprescindible conocer.