DIALOGANDO CON LOS SINTOMAS
por Liliana Ruccio y Berta Vidal
La palabra síntoma deriva de otra (sympipto), de origen griego, cuya traducción es "coincidir".
Síntoma: señal o indicio de una cosa que esta sucediendo o va a suceder.
El síntoma es plurivocal, lo podemos pensar como un mensaje a ser descifrado.
Los síntomas pueden ser padecidos, intensamente percibidos, reconocidos y/o ignorados, negados.
Van desde los más inofensivos y cotidianos hasta los más intensos, profundos y cíclicos. También los hay cristalizados o fugaces.
¿Como habrá sido el largo y sinuoso camino recorrido para que el síntoma se instale como tal?
Deseos y sentimientos enmudecidos, ahogados, que no tras-pasaron el cuerpo, que no llegaron a poder pensarse.
"Lo dice con la mirada"
"Se le nota en la cara"
Oídos sordos a sutiles mensajes. Diálogos escindidos, rotos, que van haciendo un cuerpo mudo de contracturas e insensibilidades; dolores agudos, órganos heridos.
"Rojo de rabia"
"Verde de envidia"
"Con la cola entre las piernas"
Los síntomas, una manera de abordar el tema de la dicotomía mente-cuerpo. Porque no, el síntoma como un puño que se abre y nos tiende la mano?
Estamos más acostumbrados a la desconexión. Si duele, si molesta, lo dormimos, lo callamos.
Si muestra o expresa lo que no queremos que se note, tenemos siempre a mano la palabra para negar lo que el cuerpo dice.
Reconstruir mapas corporales, embarrarse los pies al atravesar territorios, tal vez con la boca endulzada de deseos.
Darle cuerpo a las palabras y palabras al cuerpo. La palabra poética, la que va más allá de la semántica. La que nace del deseo de expresarse. La palabra poética, la que trae consigo ritmos y metáforas, la que nos deja saboreando algo más, la que nos toca y se nos escurre como peces, la que nos envuelve en una cadencia y nos empuja al vértigo de nuevos nacimientos.
Un cuerpo que siente, un cuerpo que piensa. Un cuerpo que recuerda, que imagina, que desea y se proyecta. Un cuerpo sensible que cuenta sus historias, entrelazando, entretejiendo, expandiéndose en rizomas y líneas de fuga. Crear historias, destruirlas y volverlas a crear una y otra vez. Caminos para andar y desandar en el eterno retorno de lo diferente.
DIALOGANDO CON LOS SINTOMAS
por Liliana Ruccio y Berta Vidal
La palabra síntoma deriva de otra (sympipto), de origen griego, cuya traducción es "coincidir".
Síntoma: señal o indicio de una cosa que esta sucediendo o va a suceder.
El síntoma es plurivocal, lo podemos pensar como un mensaje a ser descifrado.
Los síntomas pueden ser padecidos, intensamente percibidos, reconocidos y/o ignorados, negados.
Van desde los más inofensivos y cotidianos hasta los más intensos, profundos y cíclicos. También los hay cristalizados o fugaces.
¿Como habrá sido el largo y sinuoso camino recorrido para que el síntoma se instale como tal?
Deseos y sentimientos enmudecidos, ahogados, que no tras-pasaron el cuerpo, que no llegaron a poder pensarse.
"Lo dice con la mirada"
"Se le nota en la cara"
Oídos sordos a sutiles mensajes. Diálogos escindidos, rotos, que van haciendo un cuerpo mudo de contracturas e insensibilidades; dolores agudos, órganos heridos.
"Rojo de rabia"
"Verde de envidia"
"Con la cola entre las piernas"
Los síntomas, una manera de abordar el tema de la dicotomía mente-cuerpo. Porque no, el síntoma como un puño que se abre y nos tiende la mano?
Estamos más acostumbrados a la desconexión. Si duele, si molesta, lo dormimos, lo callamos.
Si muestra o expresa lo que no queremos que se note, tenemos siempre a mano la palabra para negar lo que el cuerpo dice.
Reconstruir mapas corporales, embarrarse los pies al atravesar territorios, tal vez con la boca endulzada de deseos.
Darle cuerpo a las palabras y palabras al cuerpo. La palabra poética, la que va más allá de la semántica. La que nace del deseo de expresarse. La palabra poética, la que trae consigo ritmos y metáforas, la que nos deja saboreando algo más, la que nos toca y se nos escurre como peces, la que nos envuelve en una cadencia y nos empuja al vértigo de nuevos nacimientos.
Un cuerpo que siente, un cuerpo que piensa. Un cuerpo que recuerda, que imagina, que desea y se proyecta. Un cuerpo sensible que cuenta sus historias, entrelazando, entretejiendo, expandiéndose en rizomas y líneas de fuga. Crear historias, destruirlas y volverlas a crear una y otra vez. Caminos para andar y desandar en el eterno retorno de lo diferente.