LA VOLUNTAD DE CONCEBIR TEATRALIDAD

por Bernardo Cappa



Cuando aceptamos juntarnos con otras personas a producir un objeto teatral, personas a las que pasaremos a odiar, amar, idealizar, pensar en matarlas, ignorar, tener todo tipo de fantasías sexuales, tenemos que admitir que estamos desesperados, que la angustia es insoportable y que cuando estuvimos solos nos visitó la muerte.

Si no admitimos eso, la gran ola de la frustración pasará por arriba nuestro y quedaremos otra vez solos pero con la muerte manejando el control remoto y sin guita para pagar el cable.

La teatralidad está entonces cuando se produce el encuentro, en verdad no hace falta nada más. Se me ocurre que estaría bueno hacer una obra así con gente que se encuentra cómo se encuentra en ese momento, vestida así con los objetos que tengan a mano. Una persona vestida tiene la posibilidad de desnudarse. Cómo lo haga puede producir teatralidad, esa persona puede decir lo que piensa y mientras dice que dice la verdad estar mintiendo o mientras miente se miente y dice la verdad.

Encontrarse para producir teatralidad o sea un objeto otro, con los cuerpos, con sus intensidades, sus ritmos, como objetos productores de dramaturgia, productores de sentido es ya un hecho estético y por lo tanto político.

Puede ser relevante o no, puede trascender la mediocridad imperante de una cultura perversa de la que nos compadecemos, la que defendemos con nuestros cuerpos o transformar esos cuerpos en formas fugando sin tiempo, viviendo, produciendo teatralidad.